Aquellas luminarias, encendidas de trecho en trecho sobre las alturas de un horizonte invisible, irradiaban con su fulgor rojizo una significación para nosotros viva y honda. Eran más simbólica de la lucha: eran, bajo el manto de estrellas sin límite, la expresión de un contrasté, el resplandor, parpadeante y minúsculo, de la impotencia nacional, el trazo de la pequeñez con que se conforma la aspiración a lo grande. "¡Federales! ¡Revolucionarios! ¡Ni un átomo del menor rayo de luz de la menor de todas las estrellas!"